En 1888, Europa está en estado de shock. León XIII, Papa de Roma, no tiene muchos años de vida y los buitres ya sobrevuelan el Vaticano, esperando el próximo cónclave. Mientras tanto, Monseñor Patrizi, pragmático, visionario y ambicioso, intenta influir en la Inglaterra anglicana para extender desde allí sus tentáculos a Norteamérica. Patrizi sabe que debe jugar bien sus cartas y deshacerse de Galimberti, su más feroz rival, para presentarse como heredero del trono de San Pedro.
Sin embargo, el Imperio Británico se está derrumbando rápidamente. Londres es el mejor ejemplo; La ciudad está dividida en dos: el próspero West End, un vestigio de los buenos viejos tiempos, y el achacoso East End, donde miles de personas se amontonan en la más abyecta pobreza. Y no solo eso: un asesino, el primero de su especie, deambula por las calles al amparo de la oscuridad, desnudando putas y sembrando el terror. Rudo, agresivo y peligroso, es capaz no sólo de frustrar los planes de Monseñor Patrizi, sino también de destruir el futuro de la cristiandad.
En El lobo de Whitechapel, Biggi nos muestra la verdadera alma de una ciudad oscura y podrida, como el mismísimo asesino; porque olemos la sangre, el miedo, la suciedad y porque la tensión narrativa nos hace contener la respiración hasta la última página. Inolvidable.